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“No me digas lo que debo hacer”…


“No me digas lo que debo hacer”…

Quiero compartir con ustedes un fragmento interesante, de un artículo publicado recientemente en la revista “Mente Sana”, refleja la importancia de respetar el espacio de los demás, y que sean ellos mismos que tomen sus propias decisiones sin ningún tipo de imposición de parte nuestra.

Déjame actuar a mi manera:
  • No pienses que tu modo de hacer las cosas es “el bueno”. Simplemente es el tuyo. Mi manera también puede funcionar.
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  • No me ayudes antes de que te lo pida. No decidas tú cuándo necesito tu ayuda.
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  • Quizá me equivoque en algo que voy hacer, pero no lo dudes; aprenderé más de mi error que de tus consejos no solicitados.
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  • Anímame a buscar las soluciones, no me las ofrezcas de antemano. Me ayudarás a ser más independiente y a valerme más por mí mismo.
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  • No juzgues lo que hago a partir de lo que tú harías en mi lugar. Júzgame, si acaso, por el resultado.
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  • Pídeme consejo tú también de vez en cuando. Me harás sentir que también se pueden hacer bien las cosas… a mi manera.

La gratitud es un santuario

La gratitud es un santuario

 

Un padre le regaló a su joven hija un sencillo medallón diciéndole que en su interior había un diamante muy valioso, de modo que si en alguna ocasión se veía en apuros, podía romper el medallón, vender el diamante y así superar las dificultades.
La niña se hizo mujer y tuvo que luchar sola para sobrevivir a terribles épocas de pobreza, pero la sola idea del diamante que reposaba seguro en el medallón que llevaba colgado al cuello le daba el valor que necesitaba paras seguir adelante. Muchos años después, finalmente logró el éxito en todos los aspectos de su vida y ya no necesito luchar por la supervivencia. Su curiosidad había crecido hasta el punto de que necesitaba saber cuánto valía el diamante en realidad.
Llevo su querido medallón al mejor joyero del pueblo para que le tasara el diamante. El joyero miro con cierto desdén el sencillo y deslustrado medallón, cogió un martillo y con un rápido y preciso golpe lo rompió en muchos pedazos, dejando en libertad una pequeña piedra brillante.
La cogió y la miro a la luz.
- Vamos esto no es un diamante, señora, sino un vulgar trozo de vidrio sin ningún valor.
Sorprendida ella se echo a reír, llorar y  nuevamente a reír.
- No, mi buen señor, ¡este es el diamante más valioso del mundo!- le dijo, secándose las lagrimas.
Su padre le había regalado una joya inapreciable: la esperanza y la firme creencia de que siempre todo le iría bien, y ella le estaría toda la vida agradecida por ello.
Michele Gold.
Tomado del libro: “Gratitud”.