La gratitud es un santuario
Un padre le regaló a su joven hija un
sencillo medallón diciéndole que en su interior había un diamante muy
valioso, de modo que si en alguna ocasión se veía en apuros, podía
romper el medallón, vender el diamante y así superar las dificultades.
La niña se hizo mujer y tuvo que luchar
sola para sobrevivir a terribles épocas de pobreza, pero la sola idea
del diamante que reposaba seguro en el medallón que llevaba colgado al
cuello le daba el valor que necesitaba paras seguir adelante. Muchos
años después, finalmente logró el éxito en todos los aspectos de su vida
y ya no necesito luchar por la supervivencia. Su curiosidad había
crecido hasta el punto de que necesitaba saber cuánto valía el diamante
en realidad.
Llevo su querido medallón al mejor
joyero del pueblo para que le tasara el diamante. El joyero miro con
cierto desdén el sencillo y deslustrado medallón, cogió un martillo y
con un rápido y preciso golpe lo rompió en muchos pedazos, dejando en
libertad una pequeña piedra brillante.
La cogió y la miro a la luz.
- Vamos esto no es un diamante, señora, sino un vulgar trozo de vidrio sin ningún valor.
Sorprendida ella se echo a reír, llorar y nuevamente a reír.
- No, mi buen señor, ¡este es el diamante más valioso del mundo!- le dijo, secándose las lagrimas.
Su padre le había regalado una joya
inapreciable: la esperanza y la firme creencia de que siempre todo le
iría bien, y ella le estaría toda la vida agradecida por ello.
Michele Gold.
Tomado del libro: “Gratitud”.
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