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El hombre imperturbable


Nunca dejaba que nada perturbase su ánimo; nunca permitía que nadie turbase su mente. Nadie le había visto en los últimos años desapaciguarse. Exhalaba quietud con la misma espontaneidad que la luna se refleja en el lago o la flor exhala su aroma. Siempre destellaba en sus labios una serena sonrisa y había ganado mucha celebridad en todos los pueblos de alrededor porque las gentes se pasaban la noticia de que nunca habían visto una persona tan apacible.
Orgullosos del hombre de nuestra historia, un día acudieron a visitarle un buen número de vecinos. Los recibió el hombre con agrado y cordialidad. Los vecinos le dijeron:
- Amigo, perdona que te importunemos, pero algún secreto debes guardar para nunca dejarte afectar y mantenerte siempre armónico, sin jamás desanimarte y menos desesperarte. Siempre estás en calma. Tienes algún secreto, ¿verdad?
- Lo tengo, amigos, lo tengo.
- Ya lo sospechábamos. Tiene que tratarse de un gran secreto y, como somos tus vecinos y te admiramos, creemos que deberías compartirlo con nosotros. ¿Verdad que es un gran secreto?
- Yo no diría tanto –dijo el hombre imperturbado-. Yo no diría tanto, y sonrió cariñosamente.
Intrigados, los vecinos le urgieron:
- Por favor, desvélanoslo.
- Sí, sí, lo haré, no os preocupéis. No tiene nada de especial, os lo aseguro.
Se hizo un silencio. Todos esperaban expectantes y ansiosos.
El hombre dijo:
- El secreto es simple. Mirad, cuando debo ocuparme de algo, activo mi mente para que se ocupe de ello; cuando en cambio hay algo de qué preocuparse,  desactivo mi mente para que se despreocupe de ello. Ahí está el secreto. Es simple, ¿verdad?
Reflexión: Es de suma importancia aprender a gobernar la mente, a ponerla bajo control, y así ir poco a poco también aprendiendo a retirar la mente de todo aquello que no deba ocuparla y, por supuesto, preocuparla. La preocupación provoca debilidad, obsesiona y no ayuda a resolver las complicaciones que se van presentando, sino que a menudo añade más complicaciones a las complicaciones y, por tanto, más sufrimiento al sufrimiento. Hay que cambiar la preocupación por la ocupación consciente, ejercitándose para vivir más en el aquí y el ahora, sin dejarse tanto perturbar por las memorias y por las expectativas. La mente se puede educar y la persona puede entrenarse para saber encauzarla de forma adecuada.
Tomado del libro: “Cuentos espirituales de la China”. Ramiro Calle.

En vez de preocuparse por los problemas que se presentan, ocúpese en resolverlos.



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